El año 1.975 visto desde la distancia del tiempo transcurrido, supuso el acercamiento a la realidad desde la ensoñación producida por los relatos y las imágenes del libro que me había regalado mi padre. Gracias a las charlas y proyecciones a las que cada jueves acudía al grupo montañero Vetusta, fuí percibiendo que, la momtaña, lejos de ser un espacio idealizado o irreal era algo que estaba ahí al alcance de la mano y que "otros" conocían perfectamente. Así mismo, las salidas realizadas hasta este momento y que habían sido unas extraordinarias vivencias habían provocado tanto en mis amigos como en mí mismo el deseo de seguir adelante y de ir ampliando tanto el campo de acción, como los objetivos a conseguir. Así, en este año de 1.975, llevaríamos a cabo las primeras salidas de varios días; recorreríamos espacios puramente calizos y alcanzaríamos nuestros primeros dosmiles. Fué por tanto el año en que se consolidó mi afición por la montaña y en el que ésta pasó a formar parte de mi vida.
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